Ciudad del Vaticano
Apenas terminada hace dos días la inédita cumbre en la que la Iglesia ha prometido responsabilidad a la hora de responder a los casos de abusos sexuales a niños, ahora el Vaticano tiene la obligación de dar ejemplo tras la condena al cardenal australiano George Pell por violar a dos menores.
Pell, uno de los hombres que ha tenido más poder en la Curia vaticana durante este pontificado, fue considerado culpable por un Tribunal de Melburne el pasado 11 de diciembre de violar a un niño de un coro de 13 años en la década de 1990 y molestar sexualmente a otro de la misma edad en el prestigioso colegio St Kevins, aunque sólo hoy se publicó el veredicto por decisión del Tribunal, que desde mañana deliberará sobre qué pena aplicar.
El Vaticano informó hoy que desde que el cardenal Pell se trasladó en Australia para afrontar el proceso se le había «prohibido, de manera cautelar, el ejercicio público del ministerio (sacerdotal) y, como es norma, el contacto de cualquier manera y forma con menores de edad».
Según la nota del Vaticano, el papa Francisco se limitó a reiterar estas medidas cautelares en espera de que se comprueben definitivamente los hechos, es decir que haya una sentencia firme, ya que también se anunció que Pell va a presentar una apelación.
El 29 de junio de 2017, Francisco otorgó al cardenal Pell un permiso para ausentarse para que pudiera defenderse de las acusaciones.
Más que un permiso, se entendió como que el pontífice argentino obligó a Pell a acudir al juicio y no valerse, como podría haber hecho, de su inmunidad diplomática como miembro de la Curia vaticana.
Desde entonces el cardenal no ha podido cumplir con sus responsabilidades como prefecto de la Secretaría de Economía.
Un cargo del que se cumplieron los 5 años establecidos justo el pasado 24 de febrero, y la Santa Sede no se ha encargado de aclarar si aún Pell sigue siendo prefecto o no.
La única certeza es que en el comunicado el Vaticano expresa que se espera «el resultado del proceso de apelación», recordando que el cardenal Pell ha reiterado su inocencia y «tiene el derecho de defenderse hasta el último grado» y se refiere al purpurado solo como «cardenal» y no como «prefecto». El Vaticano no ha aclarado aún este punto.
Desde su imputación, el cardenal, que cumplirá 78 años en junio, solo ha sido apartado y «por motivos de edad» en diciembre pasado del Consejo de Cardenales (el llamado C9), el grupo encargado de ayudar al papa en sus reformas.
El caso de Pell se tiene que comparar inevitablemente con el del cardenal y arzobispo emérito de Washington Theodore McCarrick, que recientemente ha sido expulsado del sacerdocio por las graves acusaciones de abusos sexuales y de poder.
En el caso de McCarrick , primero una comisión de investigación independiente de la Iglesia había determinado que las acusaciones «estaban fundamentadas y eran creíbles», por lo que en julio fue apartado de sus funciones y del Colegio Cardenalicio y recluido hasta que se aclarase su posición en un juicio canónico.
A pocos días del inicio de la cumbre sobre abusos, la Congregación para la Doctrina de la Fe condenaba a McCarrick a la dimisión del estado clerical, el máximo castigo contemplado en el derecho canónico.
¿Se está ya investigando en la Congregación para la Doctrina de la Fe a Pell por las acusaciones vertidas contra él?. Por ahora no hay respuesta del Vaticano.
«Pediremos cuentas a los que han ocultado abusos», aseguró el presidente de la Conferencia Episcopal australiana, Mark Coleridge, en una dura homilía durante la misa de clausura de la cumbre celebrada sobre abusos.
Coleridge afirmó que «ahora se tendrá que considerar la apelación que ha presentado el equipo legal del cardenal» y deseó que «a través de este proceso se haga justicia».
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