Desde los autos Ford Modelo T que salían de la línea de montaje en 90 minutos hasta hamburguesas servidas en 60 segundos, Estados Unidos ha cumplido un gran papel para convertir el mundo en lugar frenético, ávido de gratificación instantánea.
De manera que despertar el miércoles para descubrir que no se sabrá quién ganó la elección presidencial sino dentro de varios días o quizá más —los comentaristas poblaron las ondas con sus mejores conjeturas— resultó insólito para mundo habituado al producto más típico de Estados Unidos: la velocidad.
A falta de un ganador inmediato en la contienda entre el presidente Donald Trump y su rival demócrata Joe Biden, el juego de adivinanzas sobre cuál de los dos ocupará la Casa Blanca rápidamente se volvió global. Jefes de estado se apresuraron a digerir la demora y la gente común acudía a las redes y los teléfonos para intercambiar noticias, temores y esperanzas.
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